SIN PRISAS

Cuando dijimos una birra nos dejamos el tras otra.
Mucho tienen por hablar dos personas que no se conocen más allá de un beso el cual una de ellas no recuerda.
Las cuentas no salen a dos cervezas.
Y no salieron.

Cuánto más me decías que no te mirara así,
más fuego me pedía a mí la leña.
Y a la segunda vez perdidos intentando llevar decentemente el disfraz de dos personas formales,
nos dimos cuenta que no había marcha atrás.
La culpa fue del pacharán.

Y esta vez sin reto y con ganas,
volví a estallar contra ti.
Me quedaría detenida en el instante anterior a la caída más grande de una montaña rusa,
pero llegaría un momento que necesitaría darle el vuelco al corazón.
Esa adrenalina retenida con consciencia me tiene enganchada como hueso a perro.
Pero al final tienes tanta hambre que el instinto pasa por delante y caes.
Y caí.
Caí dándote la mano y arrastrándote conmigo.
Aunque más bien podríamos decir que me acompañaste sin resistencia.
Nos [lo] pusimos fácil.

Era simple llegar a saber el final que necesitábamos,
lo difícil era imaginar que podía ocurrir.
Abandonamos la cerveza y las excusas
y de alguna manera se quedó en la mesa toda la noche a guardar nuestra inocencia.

"No me mires así te he dicho"
No entendías que estábamos en la guerra que empezó tu sonrisa.
Y mientras disparabas tu arma, pedías clemencia.
Ahora ya lo sabes para el segundo asalto,
jugar con el hueso de un perro tiene consecuencias.




No creo que te vuelvas a olvidar.