MONSTRUOS

No recuerdo en qué momento decidí olvidar lo aprendido
para exponerme sola ante el peligro.
Lo cuento por la parte de madurez que siempre guardo,
por la responsabilidad que nunca abandono y la resolución que me define.
Poco a poco gano en orgullo por saber decir la verdad cuando no gusta,
yo que tantas veces me he salvado escondida detrás de una pequeña mentira.
Mentirosa yo no, cobarde
pero ahora la sinceridad me atrae mucho más.

Hoy indignada libero mi rabia contra la oscuridad que existe indiscutiblemente.
Mi inocencia se queja a grito pelado de no saberlo todo siempre,
y reclama ese aviso que suelo creer innecesario,
la voz que siempre me molesta,
la ayuda que no sé recibir.
Negar a mi madre que ahora a las siete ya anochece
para luego correr a pedir sus consejos,
reclamarle a él unos recuerdos que no le han sido otorgados
o exigir a la pequeña que deje de ser infantil.
Esa parte de cordura contradictoria me define
ante quién me tiene que conocer de verdad,
y toca pensar que aunque duela es transparente
y eso nunca asusta.

Miedo a las noches en mi expediente infantil con los monstruos más feroces sin conocer,
temor por las sombras y seres más abstractos
teniendo todos la imagen más mundana posible,
siendo nosotros la definición.
Tal vez nos enseñaron a temer la fantasía para distraernos de la pesadilla real,
ahora la capacidad de sobrevivir parece un ítem de currículum y la valentía algo de lo que no prescindir.
Yo no quería ser valiente si podía ser libre,
pero está claro que eso formaba parte de la fantasía que ahora no te defiende cuando oscurece,
que no te salva cuando vienen,
y siempre toca encender la luz o correr.

La inocencia que nos quede estará manchada,
tal vez valga la pena protegerla con prudencia.

—Lia Versarte 

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