DE GALLINA

Era suave.
Para una persona que siempre sangra al rozar era suave.
Rompía la regla de los 20 segundos cuando abrazaba
y yo no tenía nada de lo que desatarme,
porque era suave.
No era cuerda,
era seda que mientras se deslizaba por mi piel sin dejar marca,
me susurraba al oído "puedes marchar, yo estoy bien"
y yo no me movía.

Fui una película que tras los años destapan
sin ningún pervertido corriendo para ser el primero en ver las escenas censuradas.
No hubo cosquillas al llegar al cuello,
seguí inmóvil al notarle en mi cintura
y mi boca callaba "toca más",
mientras la suya preguntaba si seguía.
Claro que no hay pervertido así,
el silencio nunca fue un buen fetiche.

Tiene que saber que mis manos le recuerdan ahora que escriben,
pero aún más que mi piel no le olvida fácilmente.
Y tiene que saberlo antes del dolor,
antes de clavarme los puñales que sé que hay dentro del colchón en el que hoy duermo.
Van subiendo...

Suben, suben...

Yo duermo complacida y tú los sabes frenar.

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