HALLEY

En lanzar mi inteligencia emocional por la ventana
para después bajar corriendo a ver si sigue viva,
soy maestra.
Solo así pude apuntarme a ser aprendiz,
saltar al agua y querer sacar la cabeza
para ver cómo seguías ahí,
feliz.

No hizo falta viajar muy lejos
para encontrar un hogar entre espalda y beso.
Tú llámale casualidad,
yo le diré suerte,
que es lo mismo pero en negro.

Como despojos de poeta
y los bocetos de un dibujante que nunca saldrán a la luz,
relatamos dos vidas entre migas de pan.
Y mientras la cerveza perdía sus burbujas,
nosotros nos dimos cuenta que seguíamos vestidos.

Fácil solución.

Tú explicabas locuras sobre el sexto país que visitaste,
mientras yo seguía en pleno vuelo y sin ganas de aterrizar.
Aventura es ver cómo unos ojos te arrancan el alma
y se la guardan en la memoria
para luego soltarlas a boli sobre un ticket moldavo
y no tener miedo.
Mirada limpia de tacto entrañable.

Gran victoria esta casualidad.
Miré el cielo justo cuando Halley estaba de paso
y me guardé un trocito de él en mi agenda telefónica.

Y así todo lo anterior que pasó después.


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