Ceniza

De mis penas callarás.
Soy quién lleva los clavos de complemento,
por eso a ti no te duelen.
De mis penas, a partir de ahora, callarás.

Te molesto,
siempre tengo el estómago encogido, cabiendo en un puño.
Y no uno cualquiera, el tuyo.
Tanto pan tirado a las palomas
y ahora muero yo de hambre.

No soy calladita,
pero no tengo ya nada que decir.
No con una lengua muerta.
Me canso de pedir perdón.

Te regalo mi bolsa de disculpas dichas al azar,
hasta las que aún no he pedido,
conmigo solo quiero la verdad.
He hecho larga coleccionando perdones sin suceder.
Te los doy.

Ahora diles por qué lloras.
No siempre habrá cebollas con tanto cerdo suelto.
Hoy lloras y ganas,
pero lloras a males
y lo haces por mí.

No entiendo tantas tormentas
sin haber nubes.
Tampoco que propongas jugar a la ruleta rusa
y me obligues a poner a mí las balas
y ser la primera en morir.

¿Entonces qué diremos de nuestras penas?

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