DÉJAME, QUE YO QUIERO LUZ

Me contaron una historia diferente…
A palabras muertas, oídos rotos me decían.
Y ahora veo que he tenido esa suerte,
porque a la suerte hay que empujarla, lo sabía.


Boca que no has de morder, déjala correr
pero tú te ahogas en una gota de agua,
y el egoísmo te arrastra cuando tienes sed
hasta no querer evitarla.
Te hundes en ella abriendo la boca
y culpas a quién no te rescata.
Eres la que no pregunta si no aprueba,
la del remedio absurdo y doloroso,
el del borrón y lengua nueva.


Deseo que la soledad te regale la lección que necesitas,
que tu ombligo se sienta observado
y te diga que tus relaciones son todas flores marchitas
y la nuestra una más.
Por mucho que la intentes regar, ha perdido la vida.


Tus derrotas no son piezas de mi puzzle,
tengo mis propias quemaduras.
Si no vas a querer curarme,
acepta que yo progrese mientras tu te hundes.


Aprende a ser feliz más allá de los factores externos,
invierte tus comisuras con esfuerzo,
quítale el velo de amargura que le has puesto a todo el mundo
y acepta que la gente necesite verlo:
demuéstranos que nos quieres sin rencores,
que tus palabras no aprovecharan cualquier fuga
para escaparse y llegar a todos los rincones.
Porque eso es lo que hiciste,
aprovechar la retaguardia para colarme un gol,
cargado de pasado y odio, entrando por toda la escuadra.
Mientras yo recomponía mi existencia
y olvidaba, inocente, tus patadas.

—Lia Versarte

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