CRÓNICA DE LA MUERTE DE UNA ESTRELLA

"Maldita noche que pasé
No sé muy bien por qué razón
Que sin dormirme te soñé
Me pareció escuchar tu voz

Toda la culpa es del café
Que me recuerda tu sabor
Y fue la voz que no escuché
Y fue el silencio el que me despertó

Toda la culpa fue del aire que rozó mi piel
De la piel que me guardó el calor
El mismo con el que forjé
Mi oxidado corazón

Las cosas que no pueden ser
Son todas las que he sido yo
Las mezclas no me salen bien
Sexo, drogas, rock & roll."

—Fito & Fitipaldis, Entre la espada y la pared



Tu chaqueta sigue sin lavarse
porque mi fingida inocencia
asegura que aún te huele.
Y nuestra historia no deja de ser la de siempre:
la chica que valora lo que tiene
cuando él de pronto muere.

Tal vez escapase lo poco que teníamos
por el agujero de la espalda.
Puede que todo lo que crece de la tierra
no vaya en función de todo lo que plantas
y así exista la suerte
y con ésta las desgracias,
haciendo siempre presente
que cuando amor es un seudónimo
el querer siempre es falacia.

El problema es que se me de bien recordarte
y ese empeño que tienen mis sentidos
de aprovechar el hecho de no verte
para así imaginarte.
Desapareciste cuando nadie lo esperaba,
todos te creían inocente
y eso te ayudó para escaparte.

Has hecho que tema al amarillo
y que esquive el color rojo,
has bautizado a todos con tu nombre
y llenado Barcelona de motos.
Sigo cantando tus canciones,
recordando nuestros polvos,
maldiciendo la debilidad
que yo tenia por tus ojos.
A veces me parecían dos joyas
pero sería todo por el fuego,
siempre me resultaban una obra de arte
y en ocasiones, los llegué a ver sinceros.
Eran faroles visibles en la noche
que escondían algo que nunca me dijeron,
que guardaban ciudades enteras
arrasadas sin aviso por alguna catástrofe natural,
mundos sin agua ni desiertos,
árboles deshojados,
océanos sin sal,
abismos, pozos y agujeros
en un cielo gobernado por Satán.

Me deseabas como nadie,
era algo extraordinario
y en verdad nunca has llegado a afirmar nuestra muerte
pero tampoco has querido negarlo.
Simplemente has caminado sin pensar
en quién habías malacostumbrado,
regalándole un trato especial
que hacía mucho que no habías dado.
Y se te quedó grande,
como a mí al final tus manos,
se nos acabó aquél aire,
se consumió demasiado temprano.

He sido todo cuanto esperaba contigo,
todo en un tiempo récord
y un horario reducido.
Mi problema fue creerme independiente
mientras en silencio y escondida
contaba las horas que faltaban para verte,
reía cuando se acercaba el momento,
pedía deseos,
creía en la suerte.
Al final me has enseñado
que por querer esquivar un golpe sentenciado
el impacto ha sido más fuerte
y sin margen de actuación
ha llegado el momento de perderte.

—Lia VersArte

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