Otra vez en las mismas.
Pasan dos días y empiezan mis preguntas...
Soy demasiado indecisa.
Otra vez esa duda
¿Espero o actúo?
De momento no estoy segura.
Todo son imágenes y recuerdos,
una combinación explosiva.
Llevo toda la tarde intentando esquivarte
y no tengo ninguna iniciativa.
Cuando te conforta una cueva
no buscas salida.
Ese cabello yaciente en el suelo
me trae tu imagen
y la reproducción del momento:
tu figura a contra luz tras la victoria
dando un golpe de cabeza dejando la melena al vuelo,
no borro a ese león peinándose de mi memoria.
Después paseando a mi fiera después de un tiempo
me cruzo con un coche rojo
y a su espalda una moto le va siguiendo,
justo lleva cuatro pizzas a mi portal
no sé yo...
¿Casualidad?
Intento no hacerlo
pero me llega en forma de señal.
Tal vez el destino no quiere que te evite
y me da motivos para empezar,
para creerme las cosas
y dejar de soñar,
que cuando la realidad se toca
no hace falta imaginar.
Y así es como debo hacerlo,
así es como me sentiré mejor,
debo quitarme ese miedo del cuerpo
de creer que siempre puede pasar lo peor.
Ya son varias veces probando la gloria
y parece que aun no he notado su sabor,
o que aún no he tenido suficiente,
y son muchas noches de sueño invisible
y el futuro mira siempre al presente.
Por eso debería jugármela sin más,
enviarte un mensaje,
y parar ya de analizar
porqué luego pasa lo que pasa,
qué tu me vas detrás
mientras yo me hago la dura disimulando mi fijación,
ocultando mi verdad
y se me escapa la risa siempre
cuando me pillan los demás.
Pero sigo con aquél momento en la retina:
desperté la primera
y me atreví a observar.
Parecías pintado con gran destreza
eras delicadeza y serenidad.
La bestia dormia
y no se le oía el respirar.
Parecías tranquilo
incluso se te dibujaba una sonrisa,
estabas despeinado y me gustaba
noté no tener ninguna prisa.
Luego intercambiamos los papeles,
me di cuenta,
te noté,
la diferencia es que tu me acariciaste
y que yo me desperté.
Luego en el sofa te volviste el débil,
te encogiste sobre mi pierna,
miraste hacia arriba
y rompiste la cadena,
se esfumó la magia
empezó nuestra condena:
la lucha de cojines y la guerra de cosquillas,
todas esas cosas
que me haces por ser niña.
Y te ríes como nadie
mientras yo olvido ese ochenta y siete,
a ratos igualamos las cosas
y hacemos de nuestra debilidad algo evidente.
Todo esto es lo que pienso esta noche
albergando esas típicas ganas de volver a verte.
—Lia VersArte
Pasan dos días y empiezan mis preguntas...
Soy demasiado indecisa.
Otra vez esa duda
¿Espero o actúo?
De momento no estoy segura.
Todo son imágenes y recuerdos,
una combinación explosiva.
Llevo toda la tarde intentando esquivarte
y no tengo ninguna iniciativa.
Cuando te conforta una cueva
no buscas salida.
Ese cabello yaciente en el suelo
me trae tu imagen
y la reproducción del momento:
tu figura a contra luz tras la victoria
dando un golpe de cabeza dejando la melena al vuelo,
no borro a ese león peinándose de mi memoria.
Después paseando a mi fiera después de un tiempo
me cruzo con un coche rojo
y a su espalda una moto le va siguiendo,
justo lleva cuatro pizzas a mi portal
no sé yo...
¿Casualidad?
Intento no hacerlo
pero me llega en forma de señal.
Tal vez el destino no quiere que te evite
y me da motivos para empezar,
para creerme las cosas
y dejar de soñar,
que cuando la realidad se toca
no hace falta imaginar.
Y así es como debo hacerlo,
así es como me sentiré mejor,
debo quitarme ese miedo del cuerpo
de creer que siempre puede pasar lo peor.
Ya son varias veces probando la gloria
y parece que aun no he notado su sabor,
o que aún no he tenido suficiente,
y son muchas noches de sueño invisible
y el futuro mira siempre al presente.
Por eso debería jugármela sin más,
enviarte un mensaje,
y parar ya de analizar
porqué luego pasa lo que pasa,
qué tu me vas detrás
mientras yo me hago la dura disimulando mi fijación,
ocultando mi verdad
y se me escapa la risa siempre
cuando me pillan los demás.
Pero sigo con aquél momento en la retina:
desperté la primera
y me atreví a observar.
Parecías pintado con gran destreza
eras delicadeza y serenidad.
La bestia dormia
y no se le oía el respirar.
Parecías tranquilo
incluso se te dibujaba una sonrisa,
estabas despeinado y me gustaba
noté no tener ninguna prisa.
Luego intercambiamos los papeles,
me di cuenta,
te noté,
la diferencia es que tu me acariciaste
y que yo me desperté.
Luego en el sofa te volviste el débil,
te encogiste sobre mi pierna,
miraste hacia arriba
y rompiste la cadena,
se esfumó la magia
empezó nuestra condena:
la lucha de cojines y la guerra de cosquillas,
todas esas cosas
que me haces por ser niña.
Y te ríes como nadie
mientras yo olvido ese ochenta y siete,
a ratos igualamos las cosas
y hacemos de nuestra debilidad algo evidente.
Todo esto es lo que pienso esta noche
albergando esas típicas ganas de volver a verte.
—Lia VersArte
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